FEDERICO MOURA.

Nació el 23 de octubre de 1951 en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires. Cuarto de un grupo de seis hermanos, mostró una rápida vocación musical, aprendiendo acordes en guitarra y piano. Su primera experiencia artística transcurrió en plena adolescencia con el grupo "Dulcemembriyo", con el que llegó a realizar algunas giras por América Latina, en el rol de bajista.

En busca de nuevos desafíos, incursionó por la arquitectura y la moda de vanguardia durante la década del 70, pero a los 29 años encontró su verdadero destino, al ser convocado para ocupar la voz líder del conjunto nueva ola "Virus", que integraban sus hermanos Julio (guitarra) y Marcelo (teclados), además de Enrique Muguetti (bajo), Ricardo Serra (guitarra) y Mario Serra (batería). Con idéntico repertorio, pero ya con el nombre definitivo de "Virus", la banda tuvo su debut oficial el 11 de enero de 1981.

Moura lideró esa formación musical en los discos tales "Wadu Wadu" (1981), "Recrudece" (1982), "Agujero Interior" (1983), "Relax" (1984), "Locura" (1985), "Virus Vivo" (1986) y "Superficies de Placer" (1987), en una carrera ascendente, signada por el éxito en Argentina, Chile, Paraguay y Perú, alcanzando más de 400 mil copias vendidas, sin incluir posteriores reediciones digitales. También tuvo una participación decisiva en la profesionalización del grupo Soda Stereo, al cual le produjo su disco debut en 1984.

Hedonistas, provocadoras y ambiguas, con letras sensuales y ritmos bailables, muchas de las canciones incluidas en esos discos hoy son consideradas verdaderas piezas clásicas del denominado "Rock Argentino": "Wadu Wadu", "El 146", "El Probador", "Hay que salir del agujero interior", "¿Qué hago en Manila?", "Amor descartable", "Me puedo programar", "Pronta entrega", "Sin disfraz", "Una luna de miel en la mano", "Imágenes paganas", "Mirada Speed" y "Superficies de Placer", entre otras, representan un notable testimonio del destape musical que llegó a Buenos Aires en los años ´80, de la mano del renacer democrático.

A principios de 1987, en el mejor momento de su carrera musical, Moura recibió la noticia de ser VIH seropositivo, una enfermedad por entonces casi desconocida en Argentina. Pese a los malos presagios, reunió fuerzas para lograr que Virus siguiera trabajando en una nueva producción, ahora con su hermano Marcelo como cantante, mientras que él decidió iniciar la grabación de un disco solista que jamás llegaría a completar y que aun hoy permanece inédito.

Su último registro oficial son las canciones folclóricas "A mí me dicen el tonto" y "En Atamisquí", incluidas en el compilado "Grito en el cielo" (1988). Este proyecto, organizado por la musicóloga tucumana Leda Valladares logró reunir a diferentes cantantes de diferentes géneros para rescatar antiguas coplas, vidalas y bagualas del Noroeste argentino.

Tras un último concierto en el Teatro Fénix del barrio porteño de Flores, el 21 de mayo de 1988, Federico Moura optó por alejarse discretamente de los medios para transitar los tiempos más graves de su enfermedad. Finalmente, murió como consecuencia de una insuficiencia cardiorespiratoria en su departamento del barrio de San Telmo, en la madrugada del 21 de diciembre de 1988. Sus restos descansan en el Cementerio de la Chacarita, lugar de reposo de otras importantes personalidades de la música, el deporte y la politica argentina.

Su fallecimiento cerró el año más fatídico para la historia del rock argentino. Vale recordar que, en el transcurso de apenas doce meses, también murieron Luca Prodan (22 de diciembre de 1987) y poco después Miguel Abuelo (26 de marzo de 1988), marcando de este modo el fin de la era Pop de los '80.

Su legado sigue vigente a través de diferentes reconocimientos realizados en estos años: a la edición de tres discos tributo ("Soy Moderno-Las bandas del 2000 le cantan a Virus", 2000, "Tomo lo que encuentro-19 Versiones de Virus", 2004, e "Intimidó mi Corazón", 2008, que recrea las canciones del disco "Superficies de Placer", con la particularidad de ser el primer disco gestado a través de Facebook), se sumaron la concreción de dos muestras retrospectivas (MuseoRock, 1995, y Centro Cultural San Martín, 2008), la edición de un libro biográfico ("Virus, una generación", 1995) y el montaje de dos esculturas ("Homenaje a Federico Moura", Chaco, 2006, y "Federico Moura", Paseo de la Prevención, Buenos Aires, 2006). Todos estos homenajes coinciden en recordarlo como una influencia decisiva en la modernización del Rock posterior a la última dictadura militar argentina.

Frente al mundo sin sensualidad impuesto por la dictadura, el genial artista homosexual hizo del glamour y de la diversión un culto. La música de su grupo, «signada por la alegría, el baile y el romanticismo» fue catalogada de frívola, moderna u homosexual. Entre el hedonismo y los juegos de palabras, sus letras hablan de encuentros entre la gente, de sexo y contacto físico, siendo una de las más lúcidas respuestas contra la asfixia imperante tanto durante la dictadura como durante el regreso a la democracia en Argentina, cuando hubo «tantos odios para curar».

Pero, sin dudas, su recuerdo permanece particularmente vigente cada noche que Virus regresa a los escenarios para regocijo de sus seguidores, que siguen celebrando la continuidad de un grupo que ya es considerado un clásico imprescindible para entender toda una era del Rock Argentino.